lunes, 4 de mayo de 2020

TRANSICIONES

TRANSICIONES

Los cambios tecnológicos repercuten en todos los ámbitos de la sociedad. Siempre fue así. La adopción de la agricultura convirtió a sociedades de nómades en civilizaciones urbanas. La invención de la imprenta llevó a un crecimiento explosivo de los libros disponibles y fue, sin duda, un disparador de la Reforma Protestante (casi un siglo después). Ni hablemos de los cambios que surgieron a partir de la máquina de vapor de James Watt (disparador de la Primera Revolución Industrial en el Reino Unido) y la desmotadora de algodón de Eli Whitney, que muchos señalan como fundamental para el desarrollo de la economía esclavista algodonera del Sur de los EEUU. Nuestra propia generación está viviendo en carne propia uno de los cambios tecnológicos más grandes con la llamada Tercera Revolución Industrial o Revolución Digital (Klaus Schwab dice que estamos entrando ya en una cuarta).
Desmotadora de algodón de Eli Whitnet
Las implicancias exceden la mera economía y se filtran a la cultura, a la sociedad e incluso a la estructura mental, a la forma de vernos y relacionarnos. El problema ocurre cuando estos cambios ocurren en períodos de tiempo cada vez más cortos. La agricultura tardó miles de años en esparcirse por todo el globo. La máquina de vapor, décadas. Internet, unos pocos años. Nos hallamos ante el hecho de que los cambios, de naturaleza revolucionaria, ocurren en menos del lapso de una generación. Una persona pudo haber sido criada en un tipo de sociedad, y tener que enfrentar la mitad de su vida en otro totalmente distinta. Esta transición casi nunca es pacífica, siempre trae conflictos y mucha incertidumbre.

En cuanto al tema del blog (algo visto en entradas anteriores), la navegación ha tenido muchas de estas «transiciones»: de las galeras, impulsadas con la fuerza de los remeros (y con su consiguiente consumo de alimentos) a la vela, que usaba la energía gratuita (pero impredictible) de los elementos. Luego, durante el siglo XIX, de la vela a la propulsión por vapor (usando los principios de James Watt) y, después, al motor de combustión interna.


Esos cambios de paradigma transformaron las especialidades de los profesionales del mar: el gaviero mutó a maquinista, los proveedores de velas cambiaron a proveedores de carbón. Los ingenieros tuvieron que cambiar toda su concepción, los comandantes dejaron de estar a merced de los vientos y comenzaron a depender de sus reservas de combustible. Es inimaginable pensar cómo habrá cambiado la vida para los que habían discurrido toda su vida con un esquema y este se haya visto transfigurado de este modo. Algo similar a esto está ocurriendo con la irrupción de los buques autónomos.

En el artículo publicado por Perfil el 15 de septiembre de 2017 (https://www.perfil.com/noticias/innovacion/mentalidad-digital-el-mayor-desafio-de-los-nuevos-ejecutivos.phtml) el doctor Javier Zamora propone a los empresarios adoptar una «mentalidad digital», a entender cómo la tecnología cambia los modelos de negocios y adaptarse a ella e incorporarla. La transición del buque tripulado al buque autónomo implica un desafío para las grandes empresas navieras: nuevas profesiones, nuevos modelos, nuevas capacidades y, principalmente, nuevas mentalidades. La capacidad de adaptación durante la transición será fundamental para poder aprovechar las ventajas que traigan el cambio tecnológico.

LUDISMO


A comienzos del siglo XIX surgió un movimiento bastante curioso en Inglaterra. Un gran grupo de artesanos ingleses, perjudicados por la Revolución Industrial, comenzaron a destruir telares automáticos e hiladoras industriales como forma de protesta. Esta protesta tomó el camino de una insurrección general en la zona de Nottingham que, finalmente, fue aplastada por la fuerza. Es entendible (aunque no justficable) la posición de esos artesanos: la industrialización les arruinaba totalmente su modo de vida y la falta de ayudas o alternativas los llevaba a la desesperación.

Ludistas destruyendo máquinas
Los buques autónomos significan grandes ventajas para las empresas navieras: tripulaciones más pequeñas, menor consumo de combustible, menor exposición a las fallas humanas, entre otras; pero significan para muchos de los operarios el fin de su modo de vida. Y, si se sienten amenazados, van a actuar, a través de políticos, sindicatos, y con todos los medios a su disposición. Es importante, para ayudar a que la transición sea suave y libre de conflictos, que ésta sea planeada, que se tome en consideración los pedidos de los afectados, que se piense en su recapacitación para los nuevos empleos que van a surgir. Es necesario que todos los actores involucrados: empresas, sindicatos, trabajadores, políticos, pongan su mayor esfuerzo en esto.

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